Fotos: Miguel Bellido para El Comercio |
Con espíritu aventurero. El viaje fue organizado por
un programa de exploradores. La gente y la comida peruana fueron los mayores
atractivos.
Algunos sonríen amigables, unos pocos miran con recelo, una mantiene el ceño fruncido y otros rostros difícilmente manifiestan algún tipo de emoción.
Sin embargo, la buena disposición para hablar sobre el viaje que están por terminar revela que realmente se encuentran contentos y que lo han disfrutado. Se trata de cinco mujeres y seis hombres franceses, de 27 a 49 años de edad, con leve discapacidad mental. Ellos atravesaron el Atlántico para conocer, durante 15 días, una cultura nueva, un país donde la gente habla un idioma que no entienden.
Forman parte del programa Vacaciones de Discapacitados Mentales de Les Eclaireuses et Eclaireurs de France (asociación de exploradoras y exploradores de Francia) y este es el primer ano que el Perú ha sido incluido como uno de los destinos dentro de la variedad de viajes que ofrecen. Uno de los requisitos indispensables para que pudieran realizar el viaje era tener un alto grado de autonomía.
Si bien la gran parte fue inscrita en el programa por sus familias, ellos fueron los que escogieron y decidieron tener como destino el Perú.
Comprenden muy bien nuestra historia fundamental. Saben quiénes fueron los incas, cómo fueron conquistados por los españoles y su colonización. Además, algunos de ellos ya han realizado viajes en años anteriores y han demostrado ser capaces de relacionar la historia que aprenden en otros países.
EXPERIENCIAS DE VIAJE
Provenientes de distintos lugares de Francia, el grupo se reunió y conoció por primera vez el 30 de julio. Los esperaba Carlos González Palacios, un joven peruano estudiante de Derecho en la Universidad de Nantes, en Francia, quien presenta a la asociación el proyecto del tour al Perú, y Celine, una robusta chica francesa con experiencia en el trato de personas con habilidades especiales. Así, empezaron su aventura hasta nuestro lejano país. El 1 de agosto pisaban tierra peruana.
En Lima visitaron el Museo de la Nación, hicieron un recorrido por el Centro Histórico, estuvieron en Pachacamac y no solo conocieron el centro arqueológico, sino también tuvieron contacto con la realidad de las zonas urbanas más pobres.
Luego enrumbaron a Puno. Estuvieron en el lago Titicaca, en la isla de Taquile y en Amantan, donde fueron hospedados en las casas de los campesinos. Todos coinciden que compartir el hogar de las personas que habitan las islas del lago Titicaca es algo que nunca olvidarán.
Del frío Puno pasaron a Cusco, donde visitaron todas las ruinas excepto Machu Picchu porque no encontraron cupos en el tren. Solo había disponibles boletos en primera clase y su alto costo sobrepasaba su presupuesto. No poder conocer las maravillosas ruinas fue realmente una desilusión que Carlos y Celine buscaron compensar llevándolos a conocer absolutamente todo lo demás de la ciudad imperial.
Uno de los más grandes éxitos del viaje fue el descubrimiento de la comida peruana. Entre otras cosas, les gustó el charqui, el cuy y la chirimoya. Y a la pregunta: ¿Inca Kola o Coca Cola? Inca Kola gritan al unísono. Y la chicha no se queda atrás.
Para guardar un recuerdo material de su viaje a un país totalmente diferente al suyo compraron chullos, sombreros de cuero, ponchos y chompas de alpaca. Se los ponen felices, como si fuera el trofeo del éxito de su experiencia. Saludan a la cámara y sonríen.
Escrito por: Tatiana Perich Landa para diario El Comercio.
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